Más peli­groso que el códi­go deshon­esto que mane­ja una plan­ta de energía nuclear, que el Stuxnet que fue envi­a­do delib­er­ada­mente para sabotear el pro­gra­ma nuclear de Irán, peor, inclu­so, que cualquier ras­go en el teji­do del espa­cio-tiem­po que con­du­jo a la inven­ción de los Lolcats.Existe un peli­gro: todo se ha vuel­to tan com­ple­jo y se mane­ja de una man­era tan des­cuida­da que ya nadie está real­mente al tanto.

Hay per­sonas muy serias que advierten sobre esto:

Comité de Super­visión Ban­car­ia de Basilea1 (BCBS), como la Autori­dad de Ser­vi­cios Financieros2, han deja­do en claro que el depen­der de pro­ce­sos man­uales como hojas de cál­cu­lo, sin con­troles que se apliquen para ges­tionar los ries­gos rela­ciona­dos con datos incor­rec­tos, fal­sos o inclu­so fraud­u­len­tos, son un riesgo.

Así que ese es un sen­ti­do en el que Excel podría ser peli­groso: que ten­emos dece­nas de miles, cien­tos de miles de financieros y ban­queros lan­zan­do bil­lones de dólares en los mer­ca­dos sobre la base de sus hojas de cál­cu­lo incom­ple­tas y su igno­ran­cia de cómo les está yen­do. Pero aquí hay otro niv­el de ries­go más pro­fun­do. Ese mis­mo lan­za­mien­to de bil­lones al día en los mer­ca­dos depende de la exis­ten­cia de Excel.

Si la hoja de cál­cu­lo o Excel no existiera, muchas de las cosas que hacen los mer­ca­dos financieros no se podrían hac­er. No habría obliga­ciones de deu­da garan­ti­zadas (CDO), ni cred­it default swaps (CDS); de hecho, gran parte de la com­ple­ji­dad de los mer­ca­dos financieros sim­ple­mente desa­pare­cería. Porque si no puede mod­e­lar estas cosas entonces sim­ple­mente no podría inter­cam­biar­las como están.

En pocas pal­abras, sin Excel no hubiéramos tenido la increíble finan­cia­rización de la economía durante los últi­mos 30 años impares. Y si no hubiéramos tenido eso, tam­poco habríamos tenido el colap­so financiero de 2007. Sin hojas de cál­cu­lo, los mer­ca­dos financieros sim­ple­mente no se verían como lo hacen y gran parte de la his­to­ria de los últi­mos 30 años sería bas­tante difer­ente. El argu­men­to intere­sante es si todo se vería mejor sin toda esa financiación.

Artic­u­lo de Tim Worstall, para Forbes.